lunes, 6 de agosto de 2012

TRAVESIA CUETO COVENTOSA 29 Y 30 JULIO 2012

"(Por Jaime Vara)"

Todo comenzó, en la primera kdda espeleológica de Priego del año 2010, donde asistí con mi familia y en la paella de despedida conocí a mi desde entonces amigo y compañero Miguel Angel Hinojosa “Er Migue” para los amigos.

Mientras disfrutábamos de aquella extraordinaria paella que nos prepararon los del G40 oí como Alex Ruíz-Ruano y “Er Migue” conversaban sobre la inminente subida a Cantabria para hacer esta travesía, a primeros de Julio.

Como quién no quiere la cosa, pegué la oreja y de una forma muy sutil les pregunté que si podía ir con ellos, a lo que no pusieron objeción alguna.

Pasaron los días, en los que me entretuve en recolectar toda la información habida y por haber sobre esta singular cavidad, de la que dado que yo por entonces era más barranquista que espeleólogo, había oído hablar, pero que nunca fue para mí lo que posteriormente llegaría a ser una auténtica obsesión.

A medida que los días pasaban y más sabía de esta cavidad, mis preocupaciones aumentaban sobre si mi estado de forma física estaría a la altura de las circunstancias. La altura, en este caso profundidad, nunca había sido un problema para mí, teniendo en cuenta los muchos años que practiqué el alpinismo y total, que me iba a suponer un agujero de 300 metros. Mi preocupación empezaba una vez abajo, había leído casos de crecidas, conocía de otros de agotamiento por la dureza de la travesía, y yo nunca me había probado en una empresa de esta envergadura. Como perro viejo, todo tenía que encajar al milímetro, la mínima variación, era un motivo para generar dudas sobre mi capacidad de aguante en esta situación.

El viernes por la mañana salimos para Asón el primer grupo que reconoceríamos las galerías de Coventosa y meteríamos nuestros neoprenos hasta pasados los lagos, pero el viaje era largo, la carretera de Burgos, en obras se encargó de alargarlo aún más,  y nos conformamos con instalar el P10 de la salida y reconocer la sala del declive hasta las marmitas.

Por la noche de ese mismo viernes, a nuestro grupo de 4, se unirían otros 5 compañeros que venían de Málaga para hacer la travesía, pero supongo que esas mismas obras, los kilómetros que había de más desde Málaga, etc. hicieron que llegasen bastante entrada la madrugada.

El sábado por la mañana, después de haber dormido más bien poco, pendiente de si llegaba el resto del grupo, los nervios de una primera gran travesía y otros kilos más de preocupaciones, vi como me encontraba ante un nutrido de gente joven a los que duplicaba en edad a la mayoría, pudiendo ser incluso el abuelo de alguno de ellos. Por mis adentros corrían todo tipo de controversias, sabía que estaba ante un grupo potente, se les veía no sólo jóvenes sino fuertes al mismo tiempo y eso me tranquilizaba de alguna manera sabiendo que si me daba una pájara, esos me sacaban de allí, si o si. Sin embargo, también pensaba que con qué derecho se metía el abuelo allí para fastidiarle la travesía al resto de la gente. Total que empecé a comerme el coco de sobremanera y empecé a ver nublado todo aquello.

Para alivio de males, yo creía que íbamos a entrar tempranito para que llegada la noche no se acumulase el agotamiento de la propia cueva con la falta de sueño, y no fue así, esas criaturas tenían que estar reventados viendo a la hora que llegaron, y entre que nos preparamos y tiramos para arriba, a  mi me tocaba entrar por el Cueto sobre las 15:30 horas del sábado.

Visto esto, y con el estómago agarrotado de tanto nerviosismo, una vez en la boca del Cueto decidí no entrar, prefiriendo ver como se perdían en el fondo de un abismo que me dejó tan perplejo como enamorado. Desde arriba oía una y otra vez los latigazos de la cuerda en las recuperaciones, y eso no sabría decir si me aliviaba o me fastidiaba al no poder estar allí.

Mi estómago estaba bastante fastidiado de la tensión acumulada de los días de antes y cuando decidí volverme para el albergue, nada más salir de la boca del Cueto, todo mi “stress” salió en forma de vomitera arrojando incluso la cena que Margari nos había preparado la noche anterior.

Me volví al albergue, y cuando Margari me vio, no tardó en fusilarme diciendo que me había echado para atrás el pozaco, al tiempo que me preparaba un caldito para recuperar mi maltrecho estómago.

Supongo que es lo normal, a los ojos de todo el mundo fue justo en ese punto, en la cabecera del Juhué donde tomé la decisión. Incluso “Er Migue” tuvo sus dudas y tiempo después me confesó que en ese momento pensó (apenas si nos conocíamos) “Este tío, o se ha acojonado, o nos está haciendo un favor”. Creo que no tardó mucho en decantarse por una de las razones, ya que no había pasado ni un mes cuando estábamos de nuevo en Cantabria haciendo otras travesías, y desde entonces hemos compartido otras grandes travesías, teniendo ahora si, criterios suficientes para evaluar aquella situación.

Desde aquel día en el que como he dicho el Juhué me cautivó de sobremanera, he gritado a los 4 vientos en busca de alguien de confianza con quién subirme para hacerlo, pero mis más allegados, ya lo habían hecho así que la cosa pintaba realmente complicada.

2 largos años han tenido que pasar para que por fin consiguiera un equipo que quisiera subir, 2 largos años en los que cada vez que llamaba a Margari para hacer reserva en el albergue, y le decía “Soy Jaime, el de Córdoba” se encargaba de recordarme aquel día con sus palabras “Ah si, el que se bajo del Cueto” (puñalada trapera con resignación por mi parte).

Volviendo al presente consigo convencer “ar Migue” para subir a hacer la travesía coincidiendo que el iba a estar allí con la gente de Ramales en unas jornadas de exploración.

Ahora yo, como promotor y principal damnificado, me encargaría de la puesta en escena de esta nueva aventura, apresurándome a poner 2 condiciones:
1.- máximo un grupo de 5 personas de confianza, y
2.- el Juhué lo instalaría yo íntegramente, me lo debía.

Aceptadas mis condiciones por su parte, restaba buscar al resto de componentes y como no, florecieron Carlos Berrios que es un tío muy echado para adelante y a modo de propuesta “er Migue” me dijo de comentárselo a Miguel A. R. Zambrana de los tritones, con el que tan sólo había compartido un curso de espeleosocorro, al que llamé de inmediato confirmándome que si se venía, avisándome de que el único problema es que su forma física no es demasiado buena. “Er Migue”, que si lo conoce de primera mano dice que es un buen fichaje y para mí eso es suficiente.

Vuelvo a recolectar todo tipo de información sobre la travesía, estado de las cuerdas fijas por debajo de –300, previsiones meteorológicas, etc.

La cosa pintaba así, el estado de las cuerdas por debajo de 300... excelente ya que no hay y por tanto serían las que nosotros portábamos. La meteorología, esa, nos ha mantenido en vilo ya que los pronósticos a 7 días vista llegaban incluso a dar 35 litros en un día.

Solicitamos los permisos pertinentes incluyendo otras travesías menos sensibles a las crecidas por si una vez allí le daba por llover a cántaros.

Los días van pasando y tiene narices que con el año tan seco que ha hecho, le de por llover justo ahora que vamos para arriba.

La noche del Jueves 26, tengo que reconocer que fue la única en la que el nerviosismo se apoderó de mí algo más de lo normal, llegando incluso a arrepentirme de haber dicho que yo bajaría instalando. Surgen mis primeras preocupaciones, el tiempo no acompaña, éramos 4 portando 3 cuerdas 60, 60 y 46 + cordelette de 50. Comida por si nos quedábamos cortados por una crecida. El martes tengo que trabajar de forma ineludible. Si alguien se echa para atrás, iríamos muy cargados, Y si tenemos crecida.... no llegaré el martes al curro. ¿Y si a la hora de empezar a instalar me tiemblan las manos....? Buff.... un sin fin de fantasmas rondaban por mi cabeza esa noche.

El viernes en el trabajo, los minutos se hacían horas, a nuestro grupo de 4 se había unido Rafa Mora, amigo desde la infancia que nos acompañaría en la entrada por Coventosa a dejar los neoprenos, y nos ayudaría a subir alguna cuerda hacia el Cueto.

Había quedado con Rafa a las 15’30 h. en mi casa para ir a recoger a Miguel A. de los Tritones a 5 Km. de Córdoba en dirección a Madrid. Por fin este rompecabezas empieza a encajar. Todos con puntualidad británica van haciendo aparición y tras recoger a Miguel A. vamos a reunirnos con Carlos Berrios en Bailén, como no, en otra gasolinera.

A todo esto, “Er Migue” nuestro corresponsal en Cantabria, que ya ha terminado con sus labores de exploración con la gente del AER, nos llama por teléfono y nos pone un poco en antecedentes en lo que a la climatología se refiere.

Pasado Somosierra vemos a lo lejos, en el seno de una noche de Castilla-León, miles de relámpagos nos avisan de lo que vamos a tener que atravesar. ¡Madre mía la que nos cayó! Era como si estuviesen arrojando cubos de agua sobre el parabrisas del coche. Los limpias a tope, la autovía no se veía de no ser por los reflectantes laterales, así que a reducir a 70 km/hora y despacito fuimos atravesando aquel infierno. En un momento, el Tritones se despierta y me pregunta: ¿Killo, tu ves algo? La verdad es que no, la visibilidad era prácticamente nula.

En Burgos, la cosa empieza a cambiar para bien y dejamos atrás la tormenta perfecta, ahora sólo quedaba comprobar que en Asón no hubiera caído eso mismo ya que de ser así, ni de coña hubiésemos planteado entrar por el Cueto.

Sobre las 2’30 h. de la mañana llegamos al albergue donde tras un poco de replanteo decidimos madrugar para entrar por Coventosa la mañana del sábado y conocedores de que si dormíamos poco, nos acostaríamos prontito para igualmente madrugar y estar en el Cueto la mañana del domingo lo antes posible.
Así fue, a las 8’00 h. todo el mundo en pié preparando las sacas con 2 neoprenos uno para entrar y otro para salir.

En el aparcamiento de Coventosa nos encontramos con gente que habíamos conocido 2 meses antes cuando subimos para hacer la Tibia-Fresca y la Rubicera-Mortero. Acababan de salir de la travesía después de 20 horas y media, y nos avisan de que por debajo de 300 no hay ni una sola cuerda hasta el pozo de la Navidad.



Entramos hasta pasado el tercer lago (primero cuando haces la travesía) y dejamos los neoprenos. Yo por mi parte, 
además llevaba un flotador comprado en el chino al que cuando le ponía el tapón, la presión del aire escupía con relativa facilidad. Me va a escuchar el moro cuando llegue a Córdoba. Crucé el primer lago tirando de la cuerda guía con una mano y la otra empujando al tapón con el dedo para evitar que se saliese. Es curioso, cosa de la tecnología “made in China” al segundo lago, por el frío, por que había cogido la forma, o porque de tanto apretarle al tapón lo había gripado en su alojamiento, ya no se salía.

Al dejar los neoprenos (y mi flotador) eché una mirada para atrás y me despedí de mi neopreno, ya que si esa noche subía el agua, yo no disponía de tiempo para esperar a que bajase y no ya para hacer la travesía, sino tan siquiera para ir a por él.

De regreso al exterior, Carlos y “Er Migue” prefieren salirse mientras yo acompaño a Rafa y a Miguel para que vean la sala de los Fantasmas. Flipan por doquier y Rafa saca por fín su supercámara y con la ayuda del frontal Tritón “Made in Miguel A.” se hinchan de hacer fotos por todos los rincones.


Una vez en el exterior, vamos al albergue, comemos, y rompiendo las reglas, Carlos y yo echamos una siestecita mientras los 2 Migueles y Rafa hacen la “tourneé” Cascada de Asón (sin agua) CuevaMur, aprovechando para comprar el pan para unos bocatas.

Carlos y yo por nuestra parte, después de la siesta, nos bajamos a Arredondo donde esperamos a los otros 3 y picamos lo que sería una comida ligera, ya que habíamos almorzado un poco antes.

Volvemos al Campo Base Avanzado en Coventosa y acompañados de una crema de orujo que trae “er Migue”, preparamos todo lo necesario para la travesía.

A las 23:45h. nos estábamos acostando con intención de levantarnos a las 6:00 h. Dormí como un bebé, el cielo estaba como todo el día, encapotado a más no poder,


pero no daban tormentas, tan sólo 5 litros en todo el día, cosa que aquello era capaz de asumir perfectamente. Ya tan solo me preocupaba que alguien pudiera rajarse y tuviésemos que ir más cargados de la cuenta, y si eran 2 los que se echaban para atrás.... adiós a mi travesía.

6:00 h. suena el reloj y todo el mundo en pié. Alguno confiesa que ha pasado toda la noche subiendo y bajando el Cueto, otros prefieren no confesar a que han dedicado esas 6 horas supuestamente para dormir.

Yo cojo el móvil, miro las últimas previsiones de lluvia y la cosa sigue igual, o sea bien mientras no cambie. Desayunamos, y para arriba.

El día se mostraba gris, muy gris, y el sendero de subida encharcado, daba muestras de que esa noche allí había al menos lloviznado empapando las hierbas y dejando un buen regajo de barro. 

Llegamos a la boca del Cueto, a mi ansiada boca del Cueto y nos metemos dentro para cambiarnos, pues el airecillo frío del exterior hacen que no apetezca hacerlo fuera, y más con todas las hierbas chorreando. A todo esto, a Rafa que venía un poco por detrás cuando estamos en la piedra con la flecha que dice Cueto a la derecha, le doy una voz para que sepa que allí debe dejar la senda.

Un rato más tarde, empezamos a vocear desde dentro de la galería pensando que estaba haciendo fotos de la boca. Ante la falta de respuesta, salgo al exterior y empiezo a llamarlo confirmándose nuestros presagios, por poco si tenemos que ir a buscarlo al Porracolina.




Por fin vuelve, y le digo, “pero no has visto el cartel” mientras reclama, estos cabrones se han tenido que esconder por algún sitio. 






De vuelta a la galería me equipo y siento que estoy más tranquilo que nunca y pensaba para mis adentros, “supongo que me pondré nervioso cuando me enganche al pasamanos para colocar la cuerda de la primera tirada”. Sólo me inquieta una crecida a última hora, y que alguien decida no entrar.

Una vez equipado, coloco la primera cuerda y tiro para abajo con una segunda tal y como habíamos decidido bajar, Miguel A, y yo en punta y Carlos y “Er Migue” recuperando y pasándonos la cuerda al equipo de abajo. Todos mis fantasmas debieron quedarse el día de antes en la Sala del mismo nombre pues incluso antes de despedirme de Rafa le confesé que estaba exageradamente tranquilo, y ante esto sólo me quedaba una salida, disfrutar, disfrutar y disfrutar.


Cuando oí la primera recuperación de cuerda punto de no retorno para nadie, recuerdo que solté un grito que me salió de las entrañas “Por fin en el CUETO....”  Tuvieron que oírlo los de arriba, los de Arredondo e incluso Margari mientras ponía cafés en el Bar. Tuve que apretarme los velcros del mono por que me estaba deshaciendo viendo que mi sueño se estaba haciendo realidad. Ya sólo hay una salida..... por abajo y poco me importaba una crecida y tener que esperar lo que fuera, total, ¿me iban a echar del curro? Como está el patio quizás lo hagan sin necesidad de que no acuda un día a mi puesto de trabajo.
                                                                                          

Disfrutaba con mi compañero de punta, Miguel A. R. Zambrana, cada latigazo, que resultaron ser menor de lo que imaginaba, tal vez por que los recuperadores lo iban haciendo que te cagas de bien, e iban anudando para no dejar caer la punta de la cuerda 120 mts del tirón. 
Lo cierto es que, salvo algún rozón a modo de “sardineta” y un enredo en el Casco, todo fue de lujo y en 6 horas estábamos metiéndonos un bocata en la base del Cueto. “Er Migue” que estaba por batir algún record, nos llevaba volando por las pedreras (es coña), el tío con una memoria inusual, recordaba los pasos dados 2 años atrás, no nos daba opción a perdernos y tener que sacar la brújula y ya en el Oasis, estábamos en tiempos de la mejor de las apuestas de la página del ESOCAN, a diferencia de que nosotros tuvimos que instalarlo todo (el pozo del Algodón estaba instalado) y esas referencias están conforme a los pozos instalados en fijo, o al menos gran parte de ellos.

Sudando como un pollo de carreras, le dí un toque de atención amenazándolo de que si seguíamos así, ibamos a batir un record fijo, pero que tendríamos que volver otro día para ver la cueva. Ante esto, bajó a ritmo de personas humanas y el resto de la travesía fue un disfrute parando incluso para hacer fotos, cigarritos varios, barritas energéticas, chocolate a la taza calentito, etc. vamos como hay que ir sin que te pillen los radares. Con esto no digo que fuésemos a ritmo de 25 horas (2º pronóstico de la página del ESOCAN) pero si nos permitía eso, disfrutar.


Fueron pasando las horas, y ante mí iban apareciendo todo aquello que tanto había leído, galería del Chicarrón, 
P. de la Navidad, Galería de los Artistas, Pequeñas Inglesas..... ¡que pasada de Travesía!

Después de un buen rato y siguiendo casi siempre el mismo rumbo, tras unas trepadas y desfondes un poco feos, llegamos a la Turbina (como suena) y en un “pis pas”, estamos sobre el agujero soplador. “Er Migue” me avisa de que hay agua donde 2 años atrás no había, algunos mini gours llenos. Yo le contesto que la superficie está muy cerca y por filtración era posible que se llenasen con una meada de vaca. En este punto, dejo a Carlos y a Miguel que pasen delante para de esta manera los pequeños ir uno por delante y otro por detrás, para en caso de atasco poder echar una mano.

Nada de eso, los grandes pasaron como cohetes después de que se inaugura la autopista del agujero soplador allá por el 2003.

Llegamos a la tirolina y le pregunto “ar Migue” que como ve el lago del pasamanos. Me comenta que tiene algo más de agua que 2 años antes, pero a mí, viendo que el agua está bien lejos de la parte más baja de esta, no me preocupa en absoluto.

Poco después, llegamos a donde teníamos los neoprenos y mi flotador me esperaba para cruzar los lagos con el bajo mi pecho y sin casi tocar el agua. El tapón ya no se salía lo que me permitía usar las dos manos para tirar de la cuerda guía.

Los lagos habían aumentado un poco su tamaño, al menos a mi me pareció que entre el último y el penúltimo la distancia era menor que el día de antes y el primero era mucho más largo.

Una vez en el cañón Miguel A.
me confirma que hay más agua que el día anterior, pero para nada preocupante.

Al llegar al Gran Gour “er Migue” y yo optamos por cambiarnos al mono seco, bueno semi-seco por los chorreos, sudores y otros, mientras Carlos B. y Miguel A. Tritones tiran para adelante con el peto.

En el último remonte que habíamos dejado equipado ya en la galería del Metro nos reagrupamos sabedores de que esto ya estaba “chupao”, chupado de no ser que la saca pesaba más que el moro que me vendió el flotador, “ahogao” y liado en una manta de pelo de camella preñada.  A mi ya anterior pesada saca, había añadido el peso de la cuerda que ahora estaba empapada y el neopreno. La cintura me iba a reventar haciéndome solidario con alguno al que han tenido que rescatar de ese último resalte por agotamiento.

¡Nada de eso! Carlos y “er Migue” nada más subir el remonte no se esperaron ni para la foto de salida y se fueron al coche para ir al albergue a dar un porte con sus petates ya que los equipos de todos no entrarían en el coche en un solo viaje, podrían ser sobre las 3’30 h de la madrugada del lunes.

Por nuestra parte, el Tritón y yo, recuperamos del P10 y subíamos las últimas rampas que nos llevaban a la salida de Coventosa.

Mi sueño ya no era tal, ahora era una realidad, y además conservaría mi trabajo (por ahora) ya que echaríamos una cabezadita y estaría en Córdoba con tiempo más que suficiente para incluso limpiar el equipo.

Y esto a sido todo lo que me ha ido pasando por la cabeza en estos 2 largos años.


 
Mis recuerdos no quedan tan sólo en este fin de semana tan maravilloso, se remontan a un par de lustros donde además de conocer “ar Migue”, con el que en este tiempo hemos hecho otras grandes travesías, tuve la oportunidad de conocer a otra gente, gran gente, buena gente todos, y sin entrar en nombres no puedo morderme la lengua ya que de aquél primer grupo del 2010 hay un par de ellos que me apetece un montón mencionar por que su carácter han hecho que al menos a mí me hubiese gustado que estuvieran aquí en esta ocasión, por eso los nombro: Fran Vicente (Currillo), Arturo... va por vosotros.

Del presente tengo que agradecer a los que han sido mis compañeros Carlos Berrios equipo de recuperación, Miguel Angel Rodríguez Zambrana conmigo en punta, Rafael Mora porteador y fotógrafo y a nuestro insuperable guía que no nos dejó sacar la brújula, Miguel Angel Hinojosa.


Y ya por último, a mi familia, que son los insufribles que soportan nuestras ausencias pegados al teléfono esperando alguna llamada, en la mayoría de los casos a cientos de kilómetros de distancia.

Muchas gracias a todos.