Ya habíamos descendido este barranco en bastantes ocasiones, pero en esta ocasión, la suerte estaba de nuestra parte, nos encontrábamos el sitio exacto a la hora justa.
Tuvimos la inmensa suerte de llegar a la poza más profunda del barranco justo en el instante en el que el Sol se coló entre las estrechas y escarpadas paredes para iluminar el fondo y convertir lo que hasta el momento era una poza profunda y oscura, en un lugar idílico con aguas brillantes de color turquesa.
No fuimos capaces de captar con la cámara toda la magia del momento, aunque espero que con estas palabras y alguna foto os lo podáis imaginar.
Es increíble cómo puede cambiar tanto un lugar por un simple rayo de luz.
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